sábado, 31 de enero de 2015


El juego del escondite



Ayer por la tarde ya cansada de poner dibujos (educativos seleccionados por temas y en varios idiomas) me acordé de las tardes en la calle en el barrio de mi abuela jugando con las niñas. Precisamente el olor trajo a mi recuerdo el juego del escondite.

Ese olor que desprende la pared de cemento al sol mientras vas contando hasta veinte e imaginas dónde se habrán escondido los demás. No podía dejar pasar más tiempo para jugar con Olaya aunque fuese en esta pequeñita casa donde vivimos. Y así fue, con ayuda de su padre, que es otro niño grande, empecemos a jugar. 

Nos escondimos por todo la casa ayudando a Olaya, detrás de las puertas, dentro de la ducha, entre los peluches, al lado de la cama y mientras íbamos jugando, recordaba las reglas del juego. Con el fin de que lo entendiera hicimos un poco de trampa al principio. Reímos mucho, nos asustamos al ser encontrados, corrimos a salvarnos como si nos fuera la vida en ello y por un momento dejamos de ser papá y mamá para jugar. Estuvo muy bien, el corazón volvió a latir fuerte cuando se acercaban a mi escondite y las ocurrencias de la peque nos hacían escapar la risa…

Y después llegó la reflexión, la invitación a jugar a los juegos tradicionales, al contacto con el medio y con el compañero, al esfuerzo físico y lo más importante a la diversión. Podría diseccionar la actividad del juego del escondite y resaltar sus beneficios al estilo de las inteligencias múltiples, o lo emocional, o tal vez en otra metodología de moda con el fin de captar la atención de más lectores, pero no.

No me apetece, todos sabemos las reglas del juego, jugamos desde pequeños, simplemente tenemos que jugar con nuestros hijos con lo que nosotros jugamos. No sólo desarrollarán tal o cual aspecto, sino que nos conocerán mejor, como fuimos y porque somos ahora así, y eso creo que es uno de los mejores conocimientos que les podemos otorgar.

Conocer sus raíces, el porqué de su yo y….. nosotros.